En la antigua Roma, las joyas no solo eran elementos decorativos, sino que también simbolizaban estatus y poder. A lo largo de las sucesivas conquistas en Oriente, los romanos adoptaron la pasión por el lujo y el exceso, influenciados por los gustos asiáticos.

Uno de los objetos más emblemáticos era el anillo. Este no solo reflejaba la clase social a la que se pertenecía, sino que también indicaba el nivel económico del portador. Durante la República Romana, el anillo de oro se reservaba para ciertas ocasiones y personas, como los enviados en una embajada o los nobles con puestos oficiales. Con el tiempo, incluso los soldados obtuvieron el derecho de llevar anillos de oro, lo que desdibujó su significado de mérito social.

Anillo Romano

La principal función del anillo en sus inicios era la de sello para firmar documentos oficiales y privados, aunque también se tiene registro de su uso para contener veneno, utilizado en casos de suicidio para evitar la tortura.

Por otro lado, la «bulla» era un distintivo de honor que se otorgaba a los jóvenes patricios. Este objeto metálico también tenía un papel en la protección contra maldiciones y el mal de ojo, algo utilizado no solo por los romanos, sino también por los cristianos.

Bulla Romana

Finalmente, la fíbula era un accesorio tanto funcional como decorativo, diseñado para sujetar prendas de vestir. Además de su uso cotidiano, la fíbula tenía un valor simbólico importante, representando gustos personales, rango militar o pertenencia a la élite social. Muchas fíbulas presentaban relieves con escenas de caza, gladiadores o motivos mitológicos, destacando su importancia en el atuendo militar romano.

Fibula Romana

Las joyas en la antigua Roma no solo eran accesorios de moda, sino símbolos de poder, estatus y significados profundos que trascendían lo superficial.

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